Un sistema electoral colapsado, como el resto del país.

Por: Marcia Rivera

Me inicié muy temprano en el desafío de descifrar y comprender la dinámica y la mecánica de la democracia electoral.  A los ocho años ayudaba a mi padre a llenar aquellas libretas de contabilidad verde claro, con rayas y columnas, que él usaba para preparar a mano sus bases de datos electorales, precinto por precinto y colegio por colegio. Mi padre fue el más joven de los fundadores del PIP en 1946 y desarrolló su militancia en el ámbito de la organización y de la estrategia electoral del independentismo, su compromiso vital.

En las elecciones de 1956 cobré conciencia de cuánto importaban las elecciones para aquellos sacrificados líderes del “ìdeal independentista”, cuyos votos habían menguado considerablemente. Fue esa noche que por primera vez vi a hombres llorar, incluido mi padre y los principales líderes del PIP. Me percaté de que lloraban por tristeza y también por rabia. “Las trampas, las mentiras, las amenazas, el fraude”, fueron palabras que usaron para describir lo que el gobernante partido les había hecho.  Para mí eran vocablos nuevos, que fijé para siempre en mi memoria; he vuelto a escucharlos en cada elección a lo largo de mi vida.

El sistema electoral de Puerto Rico finalmente ha colapsado. No solo por lo acontecido el 3 de noviembre de 2020 sino por lo que viene sucediendo progresivamente desde hace varias décadas, y más agudamente desde 2004.  En esas elecciones la tasa de participación electoral real cayó a 70%, de 82-85% que era en las décadas anteriores. Hoy es 53%. Ello evidencia gran desconfianza en el sistema.
Desconfianza que parece emanar de tres fuentes principales: i) el opaco manejo del proceso electoral y su alta vulnerabilidad al fraude; ii) la visión de que las elecciones no resuelven los problemas fundamentales del país; y iii) hartazgo con los políticos electos, que de inmediato se unen a la corrupción gubernamental.

Nuestro sistema electoral involucionó hasta fracasar. A principios de los años setenta logramos tener un sistema de Tribunal Electoral donde el poder no estaba en los partidos sino en los electores; luego pasó a un sistema contestatario donde cada partido vigila a los otros y hemos terminado con una ley que concentra el poder decisional en el partido que está en el poder y que brinda escasa o ninguna participación de los demás. Bajo esa nueva ley, repudiada por los partidos de oposición al PNP y por las organizaciones sociales del país, acudimos a las elecciones. El fraude, como la pobreza después del huracán María, quedó retratado y visible en el 2020.

"Lo que cambió en 2020 fue que el Movimiento Victoria Ciudadana dijo ¡Basta ya!"

Viejas y nuevas prácticas de fraude se han constatado a partir de espacios de vulnerabilidad del sistema, a saber: i) un registro electoral inflado, sin depurar debidamente para eliminar a las personas fallecidas o emigradas; ii) dobles y triples inscripciones de una misma persona con distintos números electorales; iii) abuso del mecanismo poco regulado y controlado de voto ausente y de voto adelantado; iv) máquinas de conteo con programación de la vieja ley electoral; v) y máquinas lectoras defectuosas que obligan a conteos manuales, donde una marca se añade muy fácilmente como voto o forma de dañar una papeleta.

En el famoso escrutinio y recuento de las elecciones de 1980, mejor conocido como el de Valencia, decíamos que el sistema no aguantaba más lápiz.  Porque allí se vulneró la voluntad del electorado con un sencillo mecanismo, que fue visible a quien quiso ver: decenas de funcionarias de colegio del PNP se colocaban la punta de un lápiz bajo uñas postizas largas y pintadas de intenso color. Con ellas se marcaban las papeletas y se reorientaba el recuento. Una falta de respeto hacia la voluntad de las y los electores. Valencia fue la gran escuela del fraude y cada cuatro años la historia se repite, con nuevas variantes y formas de acción.

Lo que cambió en 2020 fue que el Movimiento Victoria Ciudadana dijo ¡Basta ya!  A pesar de ser un movimiento joven –menos de dos años de haberse organizado– ha demostrado que llegó para limpiar nuestras instituciones y erradicar las malas mañas de la vieja política. No será fácil, pero es imprescindible hacerlo.  El arduo trabajo del voluntariado que labora en el escrutinio no solo es importante para defender los votos de MVC sino para comenzar a construir un nuevo sistema electoral y un nuevo Puerto Rico.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *