Las luchas en Estados Unidos y Puerto Rico

Autor: Rafael Bernabe, Senador por acumulación del MVC

Al hablar sobre Estados Unidos a menudo se cometen dos errores: se le describe como una entidad homogénea y estática. Se dice, por ejemplo: es una sociedad racista. Pero en Estados Unidos hay fuerzas tanto racistas como anti-racistas, conservadoras y progresistas. Su pasado y futuro han sido moldeados por la lucha entre distintas fuerzas. Es una sociedad que ha cambiado y que seguirá cambiando. La pregunta es ¿en que dirección? Como escribía el gran luchador político, social y laboral de la diáspora Jesús Colón: “Hay dos Estados Unidos como hay dos Puerto Ricos.” Y añadía: “Hagamos causa común con el PUEBLO de los Estados Unidos— nosotros que somos parte del pueblo puertorriqueño— contra los explotadores de ambos países.”

Estados Unidos es el resultado de dos revoluciones y de la lucha por completar una tercera revolución derrotada, de la expansión de su estado a expensas de los pobladores originales del continente y de otros estados y de los antagonismos de una sociedad capitalista. Nació como país independiente como resultado de una guerra revolucionaria (1776-1783) que creó nuevas instituciones democráticas, que servirían de modelo para otros pueblos, pero que también creó un estado que siguió expandiéndose a costa del desplazamiento y destrucción de las naciones indígenas y de México. A la vez, los fundadores de la republica dejaron un problema sin resolver: la abolición de la esclavitud. Fue necesaria una segunda revolución, la cruenta Guerra civil (1860-1865), para lograr la emancipación de los esclavos. A la guerra le siguieron las medidas de la Reconstrucción (1865-1874), que intentaron desarticular el poder de las clases poseedoras del Sur. Este intento de revolución democrática fue derrotado. El resultado fue el establecimiento de los regímenes de segregación racial que duraron hasta la década de 1960. Todavía el Sur es el centro de las fuerzas conservadoras y todavía hoy sigue la lucha contra el racismo que se manifiesta de distintas maneras. Por otro lado, Estados Unidos ha sido el escenario de grandes luchas obreras, desde la lucha por la jornada de ocho horas en el siglo XIX hasta las huelgas en la década de 1930, que condujeron a la organización sindical en las industrias más importantes y a conquistas de protección social (como las leyes de salario mínimo). 

La lucha por los derechos civiles alcanzó grandes logros en las décadas de 1950 y 1960. De igual forma, sectores excluidos han luchado por sus derechos: las mujeres, por el sufragio y posteriormente por derechos reproductivos, entre otros. De igual forma se han desplegado luchas contra la intervención militar de Estados Unidos en otros países, como fue el caso de la resistencia masiva a la guerra de Vietnam. Como centro de una economía mundial desigual, Estados Unidos ha sido imán para trabajadores de los países empobrecidos: la sobre explotación de los inmigrantes y la resistencia a esa situación también han sido parte importante de las luchas que han determinado la evolución del país. 

Desde la década de 1980, se han implantado medidas neoliberales que representan un asalto a las conquistas laborales, de las mujeres, de las poblaciones discriminadas. El impacto ha sido terrible: cierre de fábricas, precariedad de ingresos, endeudamiento, pérdida de ahorros, hogares y pensiones. La gran recesión de 2008 acentuó estas consecuencias del neoliberalismo. Esa crisis social es terreno fértil para el crecimiento de nuevas fuerzas políticas de distinto carácter. Aparecen corrientes como la que representa Donald Trump, que pretende movilizar la angustia de la mayoría blanca, golpeada por la crisis del capitalismo, contra los inmigrantes, la población negra, las mujeres, la comunidad LGBTTQ, para así perpetuar las políticas neoliberales, en una versión aún más tóxica. Contra esto crecen fuerzas, como las representadas por el Senador Bernie Sanders, que señalan el verdadero enemigo de las mayorías trabajadoras, empobrecidas y discriminadas: la creciente concentración de la riqueza y el control de la política por una minoría de intereses privados. A la vez que se fortalece el discurso racista, también crece la lucha anti-racista. Por un lado, crece la campaña contra los derechos reproductivos, por otro la lucha renovada de las mujeres por sus derechos. A la vez que se intenta perpetuar la industria de combustibles fósiles, crece la resistencia contra los oleoductos, en la que las comunidades indígenas han tenido un rol protagónico. 

Los que en Puerto Rico luchamos por la justicia social y la descolonización no podemos ser indiferentes a esas luchas. Al contrario, las luchas progresistas en Estados Unidos son esenciales para el futuro de los más de cuatro millones de puertorriqueños y puertorriqueñas que residen en Estados Unidos. Son las aliadas naturales de la lucha por la descolonización y la justicia social en Puerto Rico. Tenemos que forjar lazos con esas luchas y asegurarnos que nuestro programa se convierte en parte de sus exigencias por el cambio político y social en Estados Unidos y más allá de Estados Unidos.

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