Aportes a un concepto inclusivo de la familia como base de una política pública para su defensa y desarrollo

Por: Ángel R. Villarini Jusino

Eugenio María de Hostos
Eugenio María de HostosCiudadano de América
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"No ha de esperarse que ese basamento de la Sociedad General [la familia] haya sido siempre como es hoy, ni sea hoy cómo será mañana. Siendo órgano que forma parte de un conjunto, está sujeto al desarrollo del conjunto, y así ha sido y será él cada vez más complicado, cuanto más complicada también la actividad del organismo a cuya vida contribuye."

En la década de los 80 se emprendieron en los Estados Unidos y Puerto Rico grandes esfuerzos por transformar los sistemas educativos como la manera más efectiva de atender los graves problemas que afectan a nuestros países. Diversos estudios hicieron claro que los fenómenos de la droga, el crimen, la deserción escolar y la anomia, sobre todo en sectores de la juventud, se debía fundamentalmente a las experiencias formativas o deformativas de la personalidad que se hacían a partir de la niñez; lo cual a su vez dependía de la familia y el ambiente vecinal. Se hablaba entonces de “niños en riesgo” y la necesidad de identificarlos y atenderlos. En una serie de reportajes, el Nuevo Día identificaba niños(as) en riesgo en Puerto Rico. Su investigación tendía a indicar que éstos(as) se encontraban en las áreas de mayor pobreza del país (especialmente en ciertos residenciales públicos), sobre todo en aquellos hogares carentes de una estructura familiar funcional que les sirviera de apoyo en su desarrollo. 

A mediados de esa década me desempeñaba como principal asesor del Departamento de Educación Pública para la reforma curricular y del proceso de enseñanza-aprendizaje. Tuve la vivencia iluminadora de lo que “niños en riesgo” implicaba, cuando, como parte de mi labor de asesoramiento, ofrecí una clase demostrativa en una escuela elemental localizada en un residencial  público  de San Juan.

Llevaba a  cabo una actividad para fomentar el desarrollo del pensamiento y los valores éticos de dignidad y solidaridad, en torno al tema de los oficios y profesiones: “¿Qué empleo quieres tener cuando seas grande?” Tras varias respuestas, un niño dijo que quería ser “dueño de un punto”. Conteniendo el ánimo, ante la respuesta tan ingenua pero sincera y grave, inicie un diálogo con él preguntándole por qué. Con mucha claridad y coherencia me explicó en qué consistía el trabajo y los beneficios que del mismo resultaban en términos de poder adquirir lo que le interesaba. Luego de la clase demostrativa me reuní con las maestra para el intercambio de ideas. Una de mis preguntas fue qué pensaba sobre lo que había ocurrido en el diálogo con el estudiante. Me contestó no le sorprendía pues podía identificar de ese grupo de cerca de 25 estudiantes los que dentro de 10 años probablemente iban a estar involucrados en el negocio de la droga. Pregunté entonces, ¿cómo lo sabes? y me contestó, “porque conozco las familias de las que provienen”.

Me interesa insistir en qué debemos entender por “familia”, el rol de la misma para el futuro de nuestro país, como fundamento de una política pública adecuada a la complejidad de nuestra realidad social. Necesitamos un concepto inclusivo de la familia que corresponda a nuestra realidad social y supere (en el sentido dialéctico de la palabra, es decir, que conserva lo esencial, pero supera lo histórico-culturalmente accidental) el excluyente tradicional, el “nuclear-patriarcal”, que hasta el presente dominó y que algunos(as) se resisten a aceptar que ya no corresponde con la realidad contemporánea, social y de derechos humanos, de nuestro país.  

El ser humano es un ser social. Esto significa que su plena humanidad, aquello que lo distingue de otras especies, su conciencia intelectual, emocional, social y moral, y sus formas concretas de ser humano, su personalidad, se desarrolla en la convivencia, en comunidad con otros seres humanos. La primera convivencia o comunidad, la que pone, incluso neurológicamente, los cimientos de nuestra personalidad, que en una forma u otra nos acompañarán el resto de nuestras vidas, es la familia.  Son las vivencias de esa convivencia familiar por medio del trato, los afectos, la comunicación, el modelaje, las recompensas y castigos y la cooperación, las que nos van formando o deformando inicialmente.

Desde esta perspectiva, la familia es en lo esencial un espacio social de relaciones de “cuidar”, en las cuales personas en un nivel más alto de desarrollo humano, asumen como acto de amor y deber el apoyar el desarrollo de otras. Ese “cuidar” inicial en la familia es en gran medida decisivo para lo que el ser humano será el resto de su vida, para autoconcepto, autoestima y autonomía; para la manera cómo ve o piensa el mundo, la forma en que se enfrenta a los diferentes retos que la vida le presentará. El “cuidar” es una forma de conciencia, de relacionarse los seres humanos, con la naturaleza, los otros, con nosotros mismos (“cuídate”). 

Por “cuidar” (“caring”), siguiendo a Meyeroff, entiendo ayudar a otro(a) en su desarrollo humano pleno, viendo a la  otra persona “como una extensión de mí mismo y a la vez como algo separado de mí que respeto en su propio derecho. En el cuidar experimento al otro(a) ser humano “como teniendo un potencial y una necesidad de crecimiento como promesa” que debo ayudar se cumpla. “No experimento la necesidad que el (la) otro(a) tiene de mí como una relación que me da poder sobre él (ella), sino como algo que se me ha confiado. Pero para poder cuidar del otro(a) debo entender y atender sus necesidades y las buenas intenciones no garantizan esto. Para cuidar de alguien debo saber muchas cosas. Por ejemplo debo saber quién es el otro(a), cuáles son sus fuerzas y limitaciones, sus necesidades, qué puede conducirlo(a) al desarrollo. Debo saber cómo responder a sus necesidades y cuáles son mis poderes y limitaciones para ello, que requerirán el apoyo de otros.” 

Como puede inferirse, el cuidar es tanto una relación afectiva, como ética, pedagógica y política (ejercicio de poder y conducción de una comunidad) para la cual, sobre todo en la sociedad tan compleja en que vivimos, es necesario prepararse para entender y atender las necesidades de desarrollo (crecer en capacidades para la autonomía) de los que cuidamos, así como para entender y atender nuestras propias limitaciones de desarrollo para hacerlo. 

Desde esta perspectiva de la familia como relación de “cuidar” de otros(a) obtenemos un concepto inclusivo que nos permite superar el modelo nuclear-patriarcal, que ciertos fundamentalismos se empeñan en imponernos. Un concepto que nos sirva de base para entender y valorar la diversidad de la composición familiar que hoy tenemos en nuestro país y poder formular una política pública para fortalecer la familia como basamento del Puerto Rico que necesitamos y vamos a reconstruir. 

Lo que debe preocuparnos es que haya familias cuya composición ya sea hijos o hijas a cargo de un hombre o una mujer; de jóvenes o viejos; de una pareja de hombre y mujer, de dos mujeres o dos hombres,  y que estén preparados(as) y tengan las condiciones para cuidar de los hijos(as) o menores a su cargo.  

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