El valor del magisterio en una sociedad justa y solidaria

Por Dra. Eilat Soé García Correa || Maestra de Historia y Estudios Sociales, ORE- Arecibo

En tiempos tan trascendentales, como los que se viven en la actualidad, de crisis económica, política y social en el mundo y muy directamente en nuestra patria; donde se enfrentan serias deficiencias las áreas de la salud, seguridad y educación, pues los profesionales de estos campos y verdaderos servidores públicos se ven en la obligación a emigrar del país, ante la falta de oportunidades para el sostén de la primera institución social: la familia.  De esta manera, los pilares para la evolución de las sociedades y haré mención nuevamente de ellos: salud, seguridad y educación, continúan en decadencia y a pasos agigantados.  Es por esta razón que, es meritorio enfocar todos los esfuerzos y prestar seria atención al tema de la educación.  Mucho se comenta, a que el progreso de los pueblos está directamente relacionado con este concepto.  Así que, hablemos de educación. Pero, ¿realmente conocemos lo que es educar? Reflexionemos…

Educar es desarrollar las facultades intelectuales, morales y afectivas de una persona, de acuerdo con la cultura y las normas de convivencia de la sociedad a la que pertenece. Por tanto, se educa a la niñez, basado en sus experiencias de vida. ¡Gran labor la que tenemos quienes educamos! El magisterio está a cargo de proveer conocimientos o habilidades a nuestro estudiantado, con el fin de proveerles una determinada formación. Por lo que la importancia de nuestro rol estriba en ser uno de los entes que más influye en el avance y progreso de personas y sociedades, en todos los órdenes de la vida. ¡La educación es necesaria siempre y esta debe ser nuestra mayor inversión!

De forma reflexiva, el o la docente es quien se dedica, profesionalmente, a la enseñanza, ya sea a nivel general en el caso del magisterio del nivel primario o cuando se especializa en una determinada área de conocimiento, asignatura o disciplina académica, del nivel secundario. La docencia requiere vocación de servicio, el ser vivo ejemplo de los más altos valores humanos para nuestro estudiantado.  Jugamos un papel fundamental ante la sociedad, porque además de ser quienes facilitamos  el aprendizaje, somos guías de nuestra niñez y juventud y quienes tenemos la responsabilidad de transmitir cultura, así como también, la de romper con estereotipos y paradigmas, que evidentemente, han destruido a nuestra sociedad. ¡Qué grande es nuestra encomienda!

Además de vocación, se requiere esfuerzo, dedicación y sacrificio. Muchas veces, el magisterio tiene que trabajar en comunidades escolares distantes, hasta cierto punto desconocidas y todas las particularidades que esto acarrea. Se afecta la calidad de vida de la familia inmediata.  O sea, tenemos la encomienda de fomentar y desarrollar a los individuos, que eventualmente, crearán sus familias, a cuestas de la estabilidad de la propia, ¿qué ironías tiene la vida?  Así mismo, ofrecemos servicios en comunidades con muchas, carencias que en gran medida satisfacemos, utilizando recursos personales en muchas ocasiones.

Nuestro papel va más allá, porque no es nada más ser quien imparte clases; sino que tenemos que ofrecer consejería, dar apoyo psicológico y físico; hasta convertirnos en la segunda familia para nuestro alumnado. Nuestra labor es ardua, mental y emocionalmente agotadora, porque preparamos nuestras clases diariamente, las impartimos, evaluamos constantemente los aprendizajes de nuestro estudiantado (aun careciendo del apoyo, en ocasiones de los hogares, ya sea por falta de herramientas, descuido, entre otros muchos conflictos, que presentan los hogares puertorriqueños.  Es conocido la falta de material didáctico, infraestructura adecuada, materiales y apoyo de la agencia, entre otras situaciones).  Atendemos grandes poblaciones y muy diversas, hacemos informes, organizamos variedad de actividades de integración curricular y extracurricular, eventos deportivos y culturales, promocionamos la lectura, la salud, los valores, la sana convivencia. Producimos la sociedad que el gobierno aspira, a través de sus políticas públicas, pero que les da la espalda, cuando no prioriza ni fomenta en su práctica el desarrollo de una educación de excelencia, a la cual tienen derecho nuestra niñez. ¡Somos la columna vertebral del país!

A lo antes expuesto, le agrego que identificamos y desarrollamos habilidades; trabajamos la autoestima de individuos en formación; pero lo más importante es que le proveemos a nuestra niñez las herramientas necesarias para la vida y dentro de nuestras enseñanzas, crearles un aprendizaje significativo, pertinente y permanente.  Un aprendizaje que les permita enfrentarse, eficazmente, a la vida actual y les brinde las competencias necesarias, para desarrollarse en el mundo globalizado del siglo XXI.

Traigo la anterior reflexión, para crear consciencia del papel que cumplimos en la sociedad. Me atrevo a ser categórica en que transformamos vidas y estas vidas transforman naciones. Y lo podemos constatar en egresados y egresadas excepcionales, grandes profesionales, líderes, artistas, servidores públicos, producto de nuestras escuelas públicas. Ello evidencia el trabajo realizado por la docencia. Actualmente, es evidente la pérdida de gran parte de clase magisterial porque se les obligó a retirarse, ante la pérdida de sus derechos adquiridos y/o como mencioné anteriormente, a emigrar en búsqueda de mejores oportunidades de empleo.

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