La expulsión colonial, el oro y el retorno como proyecto intencionado de sanación

Autor: Javier Smith Torres, Red de Descolonización MVC

For an English translation, visit: https://rematriatingboriken.com/2021/10/19/colonial-expulsion-olympic-gold-and-our-return-as-an-intentioned-project-for-healing/

La expulsión que han sufrido diferentes pueblos del mundo a lo largo de la historia nos muestra que no somos únicos en tener una parte importante de nuestro pueblo refugiado fuera del territorio nacional. Cada caso es el resultado de sus condiciones particulares: guerra, genocidio , esclavitud, hambruna, implementos ideológicos, conquista territorial, desplazamiento, sostenibilidad de la estructura económica, persecución política… o, como en nuestro caso, la condición colonial que ha atravesado etapas de todo lo anterior.

El colonialismo, como describió la Dra. Iris Zavala en su ponencia ante el Comité de Descolonización de la Naciones Unidas en el 2012, ha producido «heridas históricas, sociales y psicológicas continuas y acumuladas [que] van de generación en generación, lo que resulta en un trauma intergeneracional e histórico asociado a las pérdidas sin luto, a las pérdidas no lloradas1». Muchas de esas heridas coloniales se encuentran en la intersección con la migración y la expulsión. Afortunadamente, la extensa narración de la experiencia del exilio puertorriqueño en EE. UU. y la experiencia universal de  haber vivido o tenido familia viviendo “allá fuera” nos ha dejado un lenguaje que nos permite identificar algunas de estas heridas.

Por ejemplo, están las heridas relacionadas con la pérdida de la patria física, de la conexión con la ancestralidad, la familia o la geografía de «nuestra tierra», tan fundamental en la idiosincrasia y el imaginario colectivo boricua. También está el racismo, la imposición histórica de la asimilación, la pérdida del idioma, dificultades comunicativas-simbólicas entre los lados del «charco», la acumulación de condiciones que aplazan el regreso, sentimientos de abandono y desplazamiento y la necesidad de validación.

Jasmine Camacho Quinn, nueva figura emblemática de la patria, nuestra medallista de oro, hija de una puertorriqueña que emigró de niña hacia la metrópoli, ha sido el tema que más recientemente ha permitido visibilizar algunas de estas heridas que dejan la expulsión colonial y que no sólo afectan a quienes se van, sino también a quienes se quedan o hacen su vida aquí.

La rematriación, o el regreso a Puerto Rico (que, para desgracia de muchas personas que podrían desear lo contrario, sigue existiendo como geografía determinada con gente que aún vive aquí), es una apuesta por la sanación. Así lo hemos vivido algunas personas que fuimos producto del exilio colonial: huyendo de un frío estrangulador, buscando conocer mejor la realidad que se vive en nuestro país, o intentando cumplir con lo que entendimos era nuestro deber, hemos podido reparar aspectos de nuestra psique y existencia en un proceso de encontrarnos, encontrar nuestra voz y encontrar nuestro lugar en el mundo a través de la convivencia diaria y lucha constante al interior de nuestro país.

Por otro lado, no bastarán las acciones individuales en ese proyecto de retorno. Desde las vidas que se fueron bajo engaño a otro archipiélago tropical a finales del Siglo XIX, hasta las campañas de reclutamiento que el gobierno y las universidades le hacen a la industria educativa-militar de la metrópoli en el Siglo XXI, el plan de expulsión que ha despedazado a tantas comunidades, a tantas familias y a tantas vidas ha sido intencionado y sistemático. Va a requerir una respuesta igualmente intencionada y sistemática.

En el caso de Camacho Quinn, un gobierno que realmente creyera en el deporte, que creyera en su gente (la de aquí y la de afuera), que buscara hacer justicia o romper con la colonialidad en sus diferentes manifestaciones, y que tuviera un proyecto colectivo más allá del sabotaje nacional —de reconstrucción y reparación— podría hacer algo más que solo celebrar hipócritamente una victoria de una hija de nuestro pueblo en exilio.

La lista de propiedades reposeídas por uno de los principales auspiciadores del olimpismo puertorriqueño, que a su vez tiene tentáculos en todo el aparato estatal, es larguísima. ¿Cuántas familias están hoy de casa en casa o esperando que venga la carta de desahucio? Queremos para Camacho Quinn y su familia lo mismo que queremos para toda persona o familia puertorriqueña o inmigrante en nuestro país: el derecho a tener vivienda digna en nuestro país y el derecho a vivir y hacer nuestro futuro aquí; el derecho a quedarnos y el derecho a regresar. Tal vez ese gobierno hipotético podría, además, acompañarla a ella y a su familia en el proceso de mudanza hacia Puerto Rico, de adaptación a nuestra realidad, en el proceso de llorar lo perdido de generaciones anteriores y reconectar. Quizás podría proveerle una beca para estudios de maestría y doctorado en nuestra universidad pública, emulando lo que queremos para todos y todas.

Frente a la invasión de especuladores y personas cuya única patria es el capital, el retorno de personas que con orgullo llevan nuestra bandera y nuestro nombre a todos los rincones del mundo, el retorno de su descendencia —y el paso de sanación que esto podría significar— no es algo que se debe dejar al sueño de «ojalá, algún día». Si no podemos hacer ese mínimo para personas que hoy nos traen gloria, de alta visibilidad y de gran importancia simbólica para nuestro pueblo, nunca lo vamos a poder hacer para las personas anónimas que, al decir de un poeta, “revientan en un taller” con la esperanza “de un largo día volver” y nunca lo podremos hacer para las miles de familias que están a un paso de la expulsión.

1. Zavala, Martínez, Iris – Intersecciones psicosociales y el trauma colonial de Puerto Rico (2012). Traducción de Olga Sanabria Dávila. https://docs.google.com/document/d/16ihI1zU1s10t16D5UrrhV0J7s7cXh_rp/

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