El progresismo eclesiástico marcha a pasos no muy acelerados, pero dejando huellas profundas

por: Julio Álvarez Rivera

En la encíclica: Laudato si (Alabado seas), el Papa Francisco hizo una vigorosa defensa del ambiente. El propio título de la encíclica corresponde a una canción de San Francisco de Asís que enfatiza el cuidado de la naturaleza:

«Alabado seas mi Señor por la hermana nuestra Madre Tierra, la cual nos sustenta y gobierna, y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba».

En el párrafo 175 abordó específicamente los problemas del calentamiento global y de la pobreza:

«La misma lógica que dificulta tomar decisiones drásticas para invertir la tendencia al calentamiento global, es la que no permite cumplir con el objetivo de erradicar la pobreza.»

Sin embargo, el 1 de junio del 2017 el entonces presidente de Estados Unidos Donald Trump anunció el retiro del acuerdo de París sobre cambio climático. Ya el 6 de diciembre del 2013 había publicado un tweet donde calificaba el calentamiento global como una farsa que obstaculiza el desarrollo económico, y muchos líderes evangélicos tanto de allá como de aquí, lo apoyaron en esa apreciación. En un taller impartido el 7 de agosto del 2021 en una iglesia de Bayamón, fui testigo de ese mismo mensaje por parte de una de las conferencistas.

Tenemos entonces a un sector del Cristianismo tanto católico como protestante, un grupo que podemos llamar: «progresista», que coloca los intereses de toda la sociedad sobre los del individuo, y a otro sector que entiende que ir en busca de la riqueza individual nos beneficia a todos en la eventualidad.

La pregunta es por supuesto si por ejemplo, siempre se enseñó de forma prevaleciente en el discurso eclesiástico que el calentamiento global es una farsa y que cualquiera que advierta sobre ello (como Greta Thunberg) no es sino instrumento de una agenda totalitaria de Izquierda. Lo cierto es que no. Incluso el libro: «Señales de su Venida» del famoso evangelista Yiye Ávila, le dedicó casi un capítulo entero al tema del calentamiento global, y en la página 124 llegó a decir que dicho cambio climático era una consecuencia del abuso del ambiente. (Editorial Unilit, 1993)

«¿Qué ha pasado?», preguntaba yo en un artículo anterior. Hay un grupo tal vez de millones de creyentes en el mundo, que por más conservadores que fuesen en el pasado, se han radicalizado a extremos no antes vistos cuando de defender el Capitalismo se trata. Mientras que otro grupo ha hecho lo propio elevando la conciencia para reconocer y denunciar los excesos y peligros del Neo- Liberalismo económico. La crisis ha provocado un punto de inflexión en diversas comunidades religiosas.

En el libro: «Doctrina Social de la Iglesia», el sacerdote del Opus Dei: José Miguel Ibáñez citó en la página 154 la encíclica: «Sertum Laetitiae» (Corona de Alegría) del Papa Pío XII: «Ni a los patronos, ni a los obreros, ni a los campesinos puede en justicia denegárseles o restringírseles la libre facultad de constituir asociaciones, mediante las cuales puedan defender sus propios derechos y obtener mejoras tanto de orden espiritual como corporal.» (Ediciones Universidad de Navarra, 1967).

¡Qué triste y desconcertante ha sido ver a la abogada canonista católica y senadora Joanne Rodríguez Veve defendiendo la Reforma Laboral del 2017 que permite el despido aún pasando un largo período probatorio y sin derecho a recibir explicación del motivo!

En Puerto Rico existen varias organizaciones como la Mesa de Diálogo Martin Luther King y como la Red de Espiritualidades y Filosofías de Vida del Movimiento Victoria Ciudadana que procuran juntar a personas interesadas en la búsqueda espiritual que a su vez crean en la justicia social como parte de esa búsqueda.

El Pastor Raúl Zaldívar de la Iglesia del Nazareno, en su libro: «Teología Sistemática desde una Perspectiva Latinoamericana», hace la siguiente denuncia:

«El pecado social es la indiferencia de las clases que detentan los medios de producción y que gobiernan los Estados sin hacerle justicia a los que viven en la miseria, a los que explotan con sueldos miserables y vejan su dignidad impunemente. El pecado social es una actitud egoísta de acumular riquezas sin compartir con los menos favorecidos, sin empatizar con su situación socio- económica.» (página 311, Editorial CLIE (Calidad en Literatura Evangélica, 2006)

He querido citar fuentes bastante conservadoras. Esto incluye al propio Papa Francisco que investido de una gran conciencia social, expuso lo siguiente en la encíclica: «Amoris Laetitia»: (La Alegría del Amor)

«A veces son dramáticas las angustias de las familias cuando frente a la enfermedad de un ser querido, no tienen acceso a servicios adecuados de salud, o cuando se prolonga el tiempo sin acceder a un empleo digno…El actual sistema económico produce diversas formas de exclusión social». (Párrafo 44)

Pero también dijo en el párrafo 52: «Ya no se advierte con claridad que sólo la unión exclusiva e indisoluble entre un varón y una mujer cumple una función social plena, por ser un compromiso estable y por hacer posible la fecundidad.» Pienso que este criterio puede cuestionarse hasta con casos fuera de la comunidad LGBTT y no se diga los de dentro. Un matrimonio constituido por tíos que no tuvieron hijos, puede cumplir una plena función social cuidando a un sobrino abandonado. Estas palabras del Papa Francisco condenando las injusticias del sistema capitalista por un lado y tomando una postura que sujeta el valor del matrimonio a la procreación por el otro, demuestran que hay un tramo considerable que se ha caminado en la vía del progresismo eclesiástico, pero igual falta mucho camino por andar.

 

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