¿Cómo impacta la Naturaleza a la niñez y a la población adulta?

Por Carmen Laura Bonilla1

“El contacto con la naturaleza es imprescindible a cualquier edad. A nivel de formación del cerebro, se ha visto que en niños que, para ir de su casa a la escuela, deben cruzar áreas verdes, como por ejemplo un parque, su capacidad cognitiva aumenta sobre los niños que sólo cruzan calles de cemento. Esto es porque el color verde activa predisposición para aprendizaje, es el efecto de poder mirar a lo lejos, es el poder del color verde. El color verde activa zonas emocionales del cerebro conectadas con la motivación.”   David Bueno, Director Cátedra de Neuroeducación, Universidad de Barcelona, España

Cuando leí esto, tuve recuerdos de mis años universitarios en el Colegio de Mayagüez (UPRM) y me alegré de pensar en esos días en que cruzaba el Parque de los Próceres en camino a clase. Sin saberlo, me había predispuesto para tener un mejor aprovechamiento académico en clase.

Y, ¿en qué otras maneras nos impacta la naturaleza? 

“Caminar a la escuela ayuda a que el cuerpo se active. Es importante que el cuerpo se mueva para el desarrollo de los sentidos. Nuestro cuerpo está diseñado para desarrollarse en un ambiente de naturaleza,” dijo la doctora Suzette Mirabal, consejera profesional quien se ha dedicado estos últimos 7 años a aprender sobre el cerebro y fundadora de Brain Connections

Mirabal publicará próximamente los resultados de un estudio realizado en Ponce, Puerto Rico sobre el impacto de la naturaleza en ambientes terapéuticos. Para el estudio, transformaron un espacio para dar terapias al aire libre y tuvieron la participación de 60 niñas y niños por una duración de 3 meses en sesiones de terapia de 45 minutos. Las sesiones de terapia impactaban áreas del habla, ocupacional y física. Los terapistas notaron cambios en las niñas y los niños que tomaron sus terapias al aire libre, incluyendo más disposición para entrar a terapia, mejores estados de ánimo y mayor velocidad al hacer las tareas asignadas en terapia.

María López es terapeuta de habla con certificaciones en autismo y capacitación en integración sensorial. También es agricultora y fundadora del programa AgroEduca. En este programa, María usa la agricultura como una herramienta educativa.  Las personas se involucran en tareas de agricultura, como clasificar semillas, sembrar y cosechar. Como resultado de su participación, se observa que las personas “mejoran su aprovechamiento académico y motricidad fina, mejoran sus agarres, aprenden a inferir, aumenta su tolerancia para mantenerse sentado/a, enfocarse en las tareas asignadas al igual que su capacidad de seguir instrucciones y procesos paso por paso.”

Tanto en el estudio de terapia como en el programa de agricultura, participaron niñas y niños en el espectro autista, con déficit de atención, con problemas específicos de aprendizaje u otras condiciones físicas, demostrando que estos beneficios están disponibles para todas las poblaciones, incluyendo aquellas con diversidades funcionales.

En ambos casos, las expertas llevaron el centro de terapia y el centro educativo a la naturaleza con excelentes resultados, entre ellos que la receptividad de quienes participaron  aumentó. Y no es de sorprender. ¿Tiene usted recuerdos de alguna clase que una maestra suya haya impartido al aire libre?

Partiendo de estos resultados, las expertas recomiendan que, para aumentar la atención prestada durante clase, las maestras y los maestros lleven a sus estudiantes al aire libre, les alienten y provean oportunidad para que se muevan y disfruten el espacio. Pasar tiempo disfrutando de la naturaleza también puede influenciar al estudiantado e inspirar el cuidado del medio ambiente y la biodiversidad.

¿Y en la población adulta, qué impactos crea la naturaleza? Se han hecho estudios de pacientes hospitalizados, comparando la recuperación de aquellos que tienen ventana con vista a otros edificios y los que tienen vista a la naturaleza. Se encontró  quienes tienen vista a la naturaleza se recuperan más rápidamente. 

Algunos artículos mencionan que disfrutar de la naturaleza nos ayuda a aclarar la mente, nos hace más altruistas y nos predispone a ayudar a otras personas, aumenta la creatividad, mejora la concentración, mejora el sueño y el humor y hasta aumenta la auto-estima.

En vista de todos estos beneficios, es importante notar y modificar nuestros hábitos en beneficio de la niñez y la adultez que, en el siglo 21, pasamos muy poco tiempo al aire libre. Por ejemplo, comparado a la niñez de los 1980, hay estudios que indican que los niños y las niñas del siglo 21 tienen menos fuerza, menos tonalidad muscular, menos agarre en las manos y  menos control para sentarse. En el libro “Last child in the Woods,” el autor Richard Louv se refiere a esto como “desorden de déficit de naturaleza. “ Mientras que esto no es un diagnóstico oficial, estas observaciones en la niñez actual están probablemente ligadas al enfoque en el uso de la tecnología más que en actividades que implican mover el cuerpo. La falta de tonalidad muscular y las demás  condiciones antes mencionadas podrían resultar en condiciones de artritis, problemas musculares, postura, escoliosis a temprana edad, entre otras.

La conversación que sostuve con ambas expertas me dejó con mucho que reflexionar y con el deseo de compartir lo aprendido. ¡Ojalá que haga lo mismo para ti y que te anime a salir a disfrutar más de actividades físicas y al aire libre en compañía de los tuyos!

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1. Fundadora de Yo Amo Verde, un grupo dedicado a generar más conciencia ambiental entre residentes de Puerto Rico y la diáspora puertorriqueña. Te invitamos cordialmente a unirte al grupo aquí https://www.facebook.com/groups/yoamoverde

Este artículo está basado en una entrevista reciente sobre este tema. Puedes ver la entrevista completa aquí https://www.youtube.com/watch?v=SzJTNDq
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